
Ante la creciente y lucrativa burbuja espiritual, el crecimiento de malas hierbas en los campos del desarrollo personal, el materialismo sin escrúpulos de advenedizos gurús y el interminable rastro de zombies que va dejando en el camino este mercadillo, me atrevo a esbozar una pequeña hoja de ruta para aquellas personas que tropezaron en su búsqueda de sentido vital y no terminaron de recuperar el paso y, cómo no, para aquellas personas que fueron timadas con las fáciles promesas de un inalcanzable futuro mejor. Para ellos, y para que no se me olvide a mí, ahí va este mapa del tesoro.
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Pero antes de navegarnos, ¿qué es eso de la espiritualidad?
La verdad es que sería más sencillo empezar definiendo la espiritualidad por lo que no es, pero por simplificar podemos acotarlo diciendo que es todo lo relativo al espíritu. Y aquí es donde se empieza a liar la cuestión porque es cuando te preguntas qué es el espíritu y dónde lo tienes exactamente. Y a partir de ahí, si seguimos tirando del hilo, terminamos poniendo sobre la mesa las grandes cuestiones de la existencia: de dónde venimos, a dónde vamos, qué somos realmente, qué sentido tiene la vida… y el sinfín de madejas entrelazadas y sin respuesta conocible en este estado de consciencia que habitamos ahora mientras yo redacto y tú sigues estas líneas.
De modo que la espiritualidad, como ya imaginabas, va a ser algo complejo de definir, de acotar y de transitar. Y ahí reside parte de la belleza de este camino y parte de la trampa de la que muchos se han aprovechado históricamente: matando, construyendo catedrales, tergiversando los términos para llenar sus arcas hasta rebosar, robando la cultura de muchos pueblos, imponiendo su discurso con falaces promesas y así un sinfín de tramas para perpetuar su existencia en pro de tu próxima desencarnación.
Todo lo relacionado con el espíritu y la espiritualidad nos vincula directamente con las grandes incógnitas de nuestra existencia, nos dirige a cultivar la consciencia, nos enfrenta inevitablemente a la desaparición de nuestras carnes y nos convoca a explorar la perfección de un mecanismo invisible que se bambolea en lo dual.
Indagar en la propia palabra “espíritu” no nos da más profundidad de conocimiento, pero nos ayuda a integrar desde una posición no mental de qué estamos hablando. Y aquí reaparece la belleza de nuevo, porque la procedencia latina “spiritus” y “spirare” se relaciona con soplar, espirar, inspirar, suspirar y respirar, lo que me recuerda la imagen de nuestro primer y último acto en esta obra de la vida: aparecemos con una profunda inspiración y nos despedimos con una suave espiración.
De modo que no es un tema baladí y tampoco creo que vayamos a resolverlo en estas pocas líneas, pero seguro que sientes más que comprendes, como yo, de qué estamos hablando. Y aquí aparece la industria, la máquina de hacer dinero en nombre de la espiritualidad a costa de nuestros miedos y ansiedades por querer saber, por querer controlar, por buscar sentido a la vida más allá del materialismo consumista y por desear averiguar qué engranajes mueven las cadenas de la vida. Por eso, hoy te ofrezco una serie de filtros para proteger tu búsqueda, para simplificar tus procesos, para autentificar tu método y a tus gurús y, en definitiva, para allanar el camino de tu espíritu.
En primer lugar, detecta el materialismo espiritual
Un primer y necesario filtro nos obliga inexorablemente a superar este concepto. El materialismo espiritual se manifiesta cuando técnicas, acontecimientos, objetos o personas se venden como algo propio del espíritu, cuando elevamos a la categoría de espiritual cosas que realmente no lo son, con el único objetivo de llenar los bolsillos de, precisamente, algún materialista con escasos conocimientos y no menos escrúpulos. Pulseritas, inciensos, gurús con discursos prometedores, variantes de las variantes marquetizadas del yoga y así una interminable lista no carente de un importante ejercicio de creatividad para engancharte y sorprenderte.
Por otra parte, y en sentido inverso, también se manifiesta este materialismo cuando desarrollamos actividades ciertamente espirituales pero desde una motivación errónea, desde una inquietud inadecuada o con un objetivo inapropiado. Y aquí quiero añadirte cuatro elementos que son básicos y necesarios para el cultivo de cualquier práctica espiritual porque en el caso de no cumplir con ellos ten por seguro que pronto se agotará el camino, volverás a sentir el vacío o quedarás en un limbo anestésico sin avance ni retroceso de tu consciencia.
Los cuatro elementos a los que hago referencia son el estudio, la reflexión, la conducta y la meditación. Me explico. Es fundamental que la práctica que hayas iniciado te provea de suficiente información y conocimientos acerca de lo que estás haciendo. No te pongas una venda en los ojos y camines en confianza de grandes promesas. Estudia los pormenores de aquellos que transitaron previamente este camino y dejaron un importante legado para allanar tu camino.
Además del estudio, es condición fundamental cuestionar, dudar, probar por uno mismo, poner en tela de juicio aquello que estás estudiando. Has de filtrar y validar la información que estás ingiriendo para ver si es tu momento y si tienes la capacidad de digerirla. Un pensamiento crítico en el presente te ahorrará disgustos futuros.
Tras el estudio y la reflexión nace naturalmente la conducta. De poco servirían los pasos previos si no aplicamos y ponemos en práctica lo aprendido y validado por nuestra mente. Y finalmente la meditación. A estas alturas, casi me parece una obviedad atraer la atención sobre el acto de meditar. Bien valdría una publicación completa hablar acerca de la meditación, pero en esta ocasión digamos que es la estrella que guía y corona nuestro camino, porque sin meditar, sin el ejercicio metódico de la consciencia, nada de todo lo anterior cobra su último sentido.
De modo que filtra tus actividades espirituales librándolas del mencionado materialismo, comprueba que reúnen los cuatro pilares del estudio, la reflexión, la conducta y la meditación y ya tendremos unos buenos mimbres con los que sostener este ignoto camino en busca de un mayor sentido de la existencia.
Y ahora, en segundo lugar, detecta las trampas en el camino
La verdad es que intentar listar todos los sucesos que se pueden presentar en este viaje hacia una vida con sentido sería, cuanto menos, una titánica tarea, pero son bien sabidos algunos de los hitos típicos por los que todos, de un modo u otro, pasamos, pasaremos o hemos pasado en este viaje. Déjame que marque algunas equis en el mapa del tesoro para ahorrarte sorpresas inesperadas.
Una equis bien grande y roja se la llevaría el optimismo desmesurado. ¿Qué quiero decir con esto? Lo vas a reconocer rápido. Verás que hay personas que sueltan las riendas de su vida, eluden su responsabilidad y dejan de ejercer el poco libre albedrío que tenemos en favor de un desmesurado optimismo.
Frases como “todo va a salir bien”, “confía en el destino”, “hoy va a ser un gran día”, “tus sueños se harán realidad” y todo este tipo de vacuas promesas lo único que sirven es para dos cosas: para decorar tazas de desayuno y para alejarte de la responsabilidad de tomar las decisiones y acciones para dirigir, hasta donde se puede, tu vida.
la siguiente marca del mapa es algo más exigente de detectar: las señales del destino. Bien es conocido que hay herramientas que nos permiten detectar el clima de nuestra vida futura, de dónde soplara el viento, la intensidad del mismo y las borrascas que nos tocará capear. Estos conocimientos del camino no deberían tomarse como deterministas, alejándonos de nuevo de nuestra responsabilidad de resolver nuestras heridas o aliviar nuestras carencias psicológicas.
Pero hay quienes se rinden ante el mapa del tiempo relevándose de su capacidad para navegar el temporal y seguir eligiendo el rumbo de su desarrollo personal. Todo conocimiento de los acontecimientos futuros exige una gran madurez espiritual, si aun no lo sientes así, date tiempo antes de sentarte a conversar con las brujas.
Otra equis en el mapa la pondría sobre la paradoja del victimismo espiritual. Me explico. Habrás oído a algunas personas, supuestamente bendecidas por su espiritualidad, negarse a bajar al mundo de los mortales, negarse a determinadas relaciones, negarse a mezclarse con sus iguales o negarse a realizar determinadas actividades con el argumento de que se pueden contaminar de bajas energías, que pueden salirse de su camino de crecimiento y paparruchadas del estilo. Pocas cosas entrenan mejor el espíritu que bajarse a los lodos de la vida con una disposición de apertura, bondad y absoluta entrega. Refugiarse, protegerse y esconderse de la vida y nuestros iguales, como veremos un poco más adelante, no hace sino negar la propia existencia y esto es directo y contrario al deseado desarrollo espiritual.
Por elegir una última equis para colocar sobre nuestro mapa, elegiría ponerla sobre los peldaños de la escalera de la comparación. Déjame que te cuente. Es cierto que la esencia que subyace a la existencia, lejos de la dualidad, nos iguala en términos absolutos unos a otros. Pero en términos relativos, encarnados, aquí donde estamos, la materia se manifiesta con notorias diferencias y son estas diferencias las que nos llevan a establecer comparaciones. La propuesta de esta última equis no es evitar la comparación sino poner consciencia en su aparición porque cuando te estableces por encima de tu semejante vas a rechazarlo, cuando te ubicas por debajo vas a envidiarlo y cuando lo sientes a la par vas competir con él. Y cualquiera de estos escenarios no hace otra cosa que sacar tu atención de donde debe estar: sobre ti, para ti y contigo.
Finalmente y en tercer lugar, dos grandes soportes
Por poner un punto y seguido a esta reflexión, hay dos grandes soportes que deberías considerar en tu camino para seguir validándolo y dirigiéndolo hacia el tesoro espiritual. Una de ellas es enfocar la práctica sobre tu mejora personal, el desarrollo y expansión de tu consciencia y tu crecimiento progresivo en lo que atañe al espíritu, es decir, cultivar la paz, la ecuanimidad y la consecuente y auténtica libertad. Ahora, paradójicamente, nada de todo esto se manifestará si no consideras la segunda gran pauta: has de contemplar en tu camino la responsabilidad y el compromiso de acompañar a tus iguales a alcanzar los mismos beneficios que buscas para ti.
De poco sirve tu elevación si no contagias con tu ejemplo el espíritu de tus semejantes.
Te deseo una feliz, confidencial y humilde práctica. Recibe un cordial saludo.
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_ Las fotografías de la composición son de Dariusz Sankowski, Tim Wildsmith y Europeana con licencia cc